Desde la cama veo un bichito en la
pared.
Insignificante.
Pequeño.
Solo.
Podría levantarme y matarlo.
Pero es que yo, sintiendo mi ser viviente,
insignificante tal cual él es,
millones de veces más grande,
no me siento con derecho de arrancar su derecho a vivir.
Al fin y al cabo,
no le hace mal a nadie.
Peores y más molestos son los
disfrazados.
Los antropomórficamente humanos.
Los que supuran corazones, flores,
arcoiris.
Esos que pican a distancia, cuando una
se agacha o está de espaldas.
Esos.
Esos se merecen un zapatillazo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario