jueves, 27 de abril de 2017

Bichos.

Desde la cama veo un bichito en la pared.

Insignificante.
Pequeño.
Solo.

Podría levantarme y matarlo.

Pero es que yo, sintiendo mi ser viviente,
insignificante tal cual él es,
millones de veces más grande,
no me siento con derecho de arrancar su derecho a vivir.

Al fin y al cabo, 
no le hace mal a nadie.

Peores y más molestos son los disfrazados.
Los antropomórficamente humanos.
Los que supuran corazones, flores, arcoiris.
Esos que pican a distancia, cuando una se agacha o está de espaldas.

Esos.


Esos se merecen un zapatillazo.

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